Su Vida

Su Vida

El cardenal Pironio, nacido en Nueve de Julio (Buenos Aires) el 3 de diciembre de 1920, tuvo un destacado papel en la historia de la Iglesia del último cuarto del siglo XX.

Se ordenó sacerdote el 5 de diciembre de 1943, en la Basílica de Ntra. Sra. de Luján y su primer servicio pastoral fue dedicarse a la formación de futuros sacerdotes como profesor de Literatura y Latín y luego de Filosofía y Teología en el Seminario de Mercedes, su diócesis.

En 1958 su Obispo lo designa Vicario general de su Diócesis de origen, y se desempeña como Profesor de Teología en la recientemente fundada Universidad Católica Argentina. En 1960 el Card. Caggiano, Arzobispo de Buenos Aires, le solicita que asuma el cargo de Rector del Seminario Metropolitano de Villa Devoto, que acababan de dejar los Jesuitas. En 1963 es designado Visitador Apostólico de las universidades católicas argentinas y Decano del Instituto de Teología de la UCA. El Papa Juan XXIII lo designa para participar como perito en la segunda sesión del Concilio.

El 31 de mayo de 1964, en la Basílica de Luján es ordenado Obispo con el título de Ceciri y Obispo Auxiliar de la Plata. Se dedica al servicio pastoral de la arquidiócesis , a quienes les transmite su amor incondicional a la Iglesia y el llamado a la santidad en las comunes condiciones de su vida laical. A fines de 1967 Pablo VI lo designa Administrador Apostólico de la Diócesis de Avellaneda y la XI Reunión Anual del CELAM lo elige Secretario general del CELAM. Poco después el Papa lo designa como Secretario General de la II Conferencia Latinoamericana encargada de traducir el Concilio Ecuménico Vaticano II al contexto de América Latina, que se celebraría al año siguiente en Medellín. En 1970 es reelegido como Secretario General.

El 27 de abril de 1972 es designado Obispo residencial de la diócesis de Mar del Plata y en noviembre de ese mismo año es designado Presidente del CELAM.

En estos años de convulsión política como durante el período de la última dictadura militar en Argentina, Pironio se ocupó de la gestión por la libertad y la aparición con vida de personas secuestradas, perseguidas y encarceladas de su Diócesis.

Primo Corbelli nos cuenta sobre él: “Su vida corría peligro por aquel entonces. En vísperas del golpe militar del 1976, fue amenazado de muerte reiteradas veces. Tras aparecer pintadas callejeras en algunos edificios, colegios católicos, y en las paredes de la Catedral de Mar del Plata la inscripción “Pironio Montonero”, tuvo que desalojar el edificio del arzobispado por amenazas concretas de bomba. Su prédica comprometida con la Iglesia latinoamericana le valió el mote de comunista utilizado por parte de los mismos sectores políticos y militares que asesinaron al padre Carlos Mugica en 1974, su discípulo espiritual y amigo. Las solidaridades recibidas hicieron que el Gobierno de Isabel Perón le ofreciera una custodia personal, a lo cual respondió: -” No puedo aceptar eso. Primero porque confío en la protección de Dios. Segundo, porque considero inaceptable que un obispo desarrolle su labor rodeado de guardaespaldas. En tercer lugar porque pueden atentar y no sólo matarme a mí, sino matar a un custodio; y su vida vale tanto como la mía”

En septiembre de 1975 Pablo VI lo nombra como Pro Prefecto de la Sagrada Congregación para los Religiosos e Institutos Seculares, lo que lo obliga a trasladarse a Roma. En mayo de 1976 Pablo VI lo eleva a la dignidad de Cardenal y lo designa Prefecto de la Sagrada Congregación, cargo en el que es confirmado por Juan Pablo II.

El 8 de abril de 1984, Juan Pablo II lo designa Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos desde donde fue el principal organizador de las Jornadas Mundiales de la Juventud y también de los Foros Mundiales el primero de los cuales se gestó en Buenos Aires.

El Santo Padre aceptó su renuncia luego de haber cumplido los 75 años, después de lo cual siguió colaborando en ocho congregaciones de la Santa Sede y participó en las primeras sesiones del Sínodo de América.

Fallece en Roma el 5 de febrero de 1998, después de catorce años de enfermedad. Poco antes había escrito.” Vamos hacia la casa del Padre. La alegría de morir consiste en saber que volvemos a la casa del Padre, llevados por la mano de Jesús”.

Sus restos descansan en el Santuario de Santa María de Luján.

Meses antes de fallecer, el cardenal Pironio, nos explicaba; «Si tuviera que hablar de mi vida, comenzaría con mi familia y, en particular, con mi madre, que fue una mujer sencilla pero de fe profunda –reveló–. Yo soy el vigésimo segundo hijo, el último nacido, y tengo que reconocer que en esta historia hay algo de milagroso. Mis padres eran italianos. Cuando nació el primer hijo, mi madre tan sólo tenía 18 años y se enfermó gravemente. Durante seis meses estuvo en cama, sin poder moverse. Cuando se recuperó los médicos le dijeron que no podría tener más hijos, pues, de lo contrario, su vida correría un grave riesgo». Al no saber qué hacer, la mamá fue a consultar al obispo auxiliar de La Plata, quien la tranquilizó y celebró una misa pidiendo protección. «Más tarde dio a luz a 21 hijos, yo soy el último, y vivió hasta los 82 años», recordaba con emoción. «Pero lo mejor no acaba aquí -añadía-, pues, después fui nombrado obispo auxiliar de La Plata, precisamente en el cargo de aquel que había bendecido a mi madre. El día de mi ordenación episcopal el arzobispo me regaló la cruz pectoral de aquel obispo, sin saber la historia que había detrás. Cuando le revelé al arzobispo que debía la vida al propietario de aquella cruz, lloró».